domingo, 20 de enero de 2013

La Zona de Confort

Hace un tiempo atrás, probablemente a través de algún powerpoint o de alguna imagen de facebook, conocí este concepto, el cual pensé que al día de hoy se habría hecho lo suficientemente popular.


Pues resultó que no tanto (cosa que me viene pasando a menudo... pueden creer que de 6 de las personas con las que trabajo, en edades entre 25 y 50, ninguna había visto Star Wars?) y al tratar de explicarlo, me quedé simplemente en que es una versión modernosa de "el que no arriesga no gana". Pero luego se me vino a la mente una vieja historia, sobre un maestro, un discípulo y una pobre vaca, la cual dejó aquí, porque creo que explica perfectamente a qué se refiere este concepto...


Mucho tiempo atrás, en algún recóndito lugar de Asia, el Maestro estaba terminando de formar a su Discípulo. Después de años de reclusión, la última enseñanza del maestro fue llevarlo a recorrer la región y la gente.
En una escarpada y agreste zona, la noche sorprendió a maestro y discípulo. Cerca de un risco, la luz de una modesta casa era el único refugio para ambos.
Se acercaron hasta sus moradores para pedir cobijo.
Era una modesta familia que aceptó compartir el techo y lo poco que tenían para comer con los dos viajeros.
¿Y ustedes de qué viven?”, preguntó el maestro al padre de familia.
“De la vaca que ustedes vieron al entrar. Ella nos da la leche que necesitamos para alimentarnos y una vez al año un ternero que cambiamos por ropa y cosas que necesitamos. No es mucho pero nos alcanza para vivir. Somos pobres, pero agradecemos la suerte de tener esta vaca”.
Cuando hubieron terminado de beber la aguachenta sopa, los visitantes se recostaron a dormir sobre unas literas de paja. 
No había empezado a clarear, cuando el maestro levantó al alumno diciéndole que era hora de partir. No hubo tiempo de despedidas para agradecer la hospitalidad, pero una vez afuera el joven discípulo se percató que la vaca no estaba.
La empujé al precipicio“, contestó el maestro ante el comentario del alumno. “¡Pero maestro, esta era la única fuente de vida de esta familia! ¿Qué ha hecho?”, lo increpó. El viejo lo miró y le dijo: “Esta ha sido tu última lección”.
Muchos años después, convertido ya en maestro, aquel joven recorría la región acompañado de su discípulo.
La noche los tomó en el mismo lugar donde algunas vez había pernoctado. Pero ahora había una casa bien puesta, con jóvenes bien abrigados y comidos, y donde se veía prosperidad.
El maestro pidió asilo, que le fue concedido. Agradeciendo, le dijo a su anfitrión. “Mire qué curioso. Hace muchos años estuve aquí, pero había una familia muy pobre. Me pregunto qué habrá sido de ella
“Eramos nosotros”, le contestó el anfitrión. “Pasó que un día nuestra vaca desapareció. Al principio nos desesperamos, pero después nos dimos cuenta que podíamos sembrar y tener cosechas. Y hacer forrajes para los animales de otros vecinos. Y con los granos y los fardos podíamos comprar mejor comida y buen abrigo. Y así pudimos producir más y mejorar nuestro hogar y la educación de nuestros hijos. No sé que fue de la pobre vaca, pero entendimos que lo que creíamos que era la solución, era en verdad el problema”.
El maestro calló y entendió que recién ahora había comprendido la última lección de su maestro.







2 comentarios:

Dan Miliv dijo...

PS: Ninguna vaca fue dañada en la creación de este post

Unknown dijo...

Brother, esa parábola la escuché hace algún tiempo, creo que fue en una conferencia de AIESEC sobre coaching. Qué potente, cierto?
Me recordó también un poema que había circulado bastante por Internet, atribuido a Pablo Neruda, pero que resultó ser de Martha Medeiros, una poetisa brasilera. Es toda una invitación a salir de la zona de confort, así que aquí va en español! :)
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Muere lentamente quien se transforma
en esclavo del hábito, repitiendo todos los días
los mismos trayectos, quien no cambia de marca,

no arriesga vestir un color nuevo
y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las íes a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos
y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea
la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos
una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente, quien pasa los días
quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.

Muere lentamente, quien abandonando
un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto
que desconoce o no respondiendo cuando le
indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo
exige un esfuerzo mucho mayor que
el simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia hará
que conquistemos una espléndida felicidad.