jueves, 6 de abril de 2017

Ejercicio Nº 21 - Desesperada

Hola, mi nombre es Ellie Dale y no estaría recurriendo a ti si tuviera alguna otra opción, alguna otra puerta que golpear. Pero no la tengo. Estoy completamente desesper…

Pausa. La imagen de Ellie, de unos 15 años, queda en primer plano, estática.
“Así comienza el video de YouTube que se ha vuelto viral, y que en sólo dos semanas ha alcanzado las 350.000 reproducciones.” comenta Thomas Bennet, reportero del noticiero del horario central de Canal 6. “Les pido que presten mucha atención al pedido de colaboración de esta pobre niña, porque quizás alguno de ustedes pueda ayudarla.”

Play.

...ada.  Antes de continuar, quisiera contarte mi historia desde el principio.
Todo comenzó como por casualidad, en mi cumpleaños de 13 años. Desde hacía meses les pedía a mis padres para ir a cenar a La ruleta del sabor, un restaurante muy conocido, y muy caro, en Downtown, Los Ángeles, mi cuidad natal. Lo especial de ese lugar, es que puedes probar comidas de lo más exóticas, de unos 30 países diferentes. Y yo que nunca había salido de California, me moría de ganas de ir. Busqué varias maneras de convencerlos, hasta que lo logré diciéndoles que ése sería mi regalo de cumpleaños. Siendo que mi familia no es muy pudiente, ir allí suponía todo un gasto.
El hecho es que fuimos los tres a almorzar, comimos comidas riquísimas y extrañas, de distintos lugares, y mientras elegíamos qué comer de postre, probé unos lichis, una fruta típica de China, muy sabrosa. Cuando estaba por el tercero, sentí que mi lengua crecía y se sentía pastosa. Al cabo de 20 segundos, mi cara estaba hinchada y toda brotada. Tuvieron que llevarme de urgencia al hospital, donde me diagnosticaron una severa reacción alérgica. Y es aquí donde comienza todo.
Mientras mi padre hacía los trámites de internación, estando sólo con mi madre en la habitación, entra el doctor y le pregunta a ella o su marido también son alérgicos, porque estas enfermedades son genéticas, o hereditarias, algo así. En eso mi madre rompe en llanto y se remite a decir “No lo sé. No lo sé.” Nos miramos extrañados con el doctor, mi madre corre a abrazarme y sollozando me dice “No sabemos si tus padres son alérgicos, porque no sabemos nada de ellos. Nosotros no somos tus padres biológicos. Tu sus adoptada.”

Sus palabras fueron con una piña en el estómago y sentí que estaba a punto de vomitar. En eso entra mi padre, ve esta escena y antes de que piense lo peor, el doctor se le acerca y le dice algo al oído, entonces viene corriendo y se une al abrazo, también llorando.
Cuando esa misma noche volvimos a casa, les pedí que me contaran toda la verdad. Sus explicaciones fueron más bien vagas y centradas en ellos: en sus problemas para concebir, en cómo lo vivieron a nivel emocional, en los problemas legales que implica una adopción, pero nada de lo que a mí realmente me importaba, quiénes son mis padres biológicos. Insistiéndoles en ello, sólo logré enterarme de que mi madre biológica era una madre soltera, lo cual reducía mi búsqueda a la mitad, al menos en principio. Viendo que mi investigación no prosperaba, decidí dejar de presionarlos, porque con lo tercos que son, sabía que no me dirían nada más. De ahí en más decidí fingir desinterés frente a ellos.

Dos semanas después, un día en el que sabía que mis dos padres estarían trabajando fuera de casa por varias horas, invité a mi mejor amigo Colin -a quien puse al tanto de toda la situación desde el día uno- y juntos registramos la casa de arriba abajo, en busca de cualquier pista que nos fuera útil. Luego de navegar durante horas entre recibos, facturas, fotos de Raquel Welch con escasa ropa y cartas de algún novio de mi madre de la secundaria, encontramos una especie de “contrato” de una agencia de adopción. El padre de Colin es abogado, por lo que él alguna noción de terminología legal tiene, y me dijo que como contrato era una vergüenza, que parecía más un comprobante. Pero no me importó, porque tenía el nombre de la agencia: Thuner LLP, ubicada en Sierra Madre, California.

Dedicamos diez días a recabar la mayor cantidad de información posible de la agencia, mayoritariamente por Internet. Para ser franca, no descubrimos demasiado. Es una empresa pequeña, que roza la clandestinidad, con fama de no hacer demasiadas preguntas a ninguna de las dos partes involucradas. Lo que en por otras vías demora entre meses y años, en Thuner lo consigues en semanas, o un par de meses a lo sumo. Como esto no fue muy útil, ahorré mis mesadas de dos meses y nos compré dos pasajes de bus a Sierra Madre. Una vez allí conseguimos hablar personalmente con William Thuner y su secretaria Linda, únicos empleados de la agencia. Thuner era un hueso duro de roer, que fingiendo profesionalismo alegó que lo que queríamos era información confidencial. Sin embargo, en el escritorio de Linda vimos una foto de su familia, entonces decidimos esperar a que finalizara su horario laboral y hablar con ella fuera de la oficina. Luego de un café, algunas lágrimas y algo de manipulación sensiblera hablándole de sus propios hijos, logramos la promesa de que el siguiente lunes nos enviaría por email el nombre y una foto escaneada de mi madre.

Ese lunes nos escapamos de clase y pasamos toda la mañana en la biblioteca, esperando el tan deseado email. Linda cumplió con su palabra de manera excelente y a las 9:45 tenía en mi bandeja de entrada un email suyo. Ni bien lo leí, sentí una vez más la sensación de llegar a un callejón sin salida. El nombre que mi madre biológica había dado a la agencia era claramente falso: Catherine Zeta-Jones. Suponíamos que la fotografía era legítima, aunque sin un nombre, era difícil darle utilidad. Pasamos unos días probando con algunos softwares de alteración de imagen, tratando de ver cómo se vería “Catherine” con 13 años más, y luego haciendo búsquedas reversas de imágenes, tanto con la foto original como con la alterada, a ver si aparecía algún perfil en alguna red social o algo. Nada. Otro callejón sin salida.

Dejé pasar unos meses, porque el tema me estaba absorbiendo y se estaba empezando a notar en el rendimiento en mis estudios, aunque todos los días dedicaba al menos unos minutos en pensar cómo encontrarla. Confieso que esos minutos a veces se convertían en horas. En determinado momento me di cuenta de que nosotros dos solos nunca podríamos encontrarla, que necesitábamos más gente. Mucha gente. Fue ahí cuando decidí ir a la policía con la historia de que mi tía esquizofrénica se había escapado de casa, con la intención de que hicieran circular su fotografía. La idea funcionó medianamente bien, porque vimos la foto en algún que otro supermercado, pero no dio ningún fruto.

Es por eso que no se nos ocurrió nada más que grabar este video y pedir que si alguien reconoce a la mujer de esta fotografía, por favor se contacte conmigo. Y si no la conocen, por favor compartan el video, háganlo circular, hasta que lleguemos a localizar a mi madre. Muchas gracias.

Stop.


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