martes, 30 de enero de 2018

Las Falacias y los Prejuicios

Antes de comenzar con este post, atrevidamente me la voy a tirar de gordo-Patrick-Rothfuss (que total, mi frecuencia de escritura ya se asemeja a la suya) y voy a contar un cuento:

Una noche de miércoles -el día, no el adjetivo- encuentra a Marcos junto con su novia, hermana y cuñado jugando unas partidas de pool en un boliche que abrió hace unas semanas. Esta noche lo atiende sólo el dueño, porque los miércoles de invierno suelen ser poco concurridos. Como siempre pasa en Uruguay, en los comienzos de todo nuevo emprendimiento, suele verse un esfuerzo extra por hacer las cosas bien, así como cuando los Ubers convidaban con caramelos a los pasajeros: el primer mes, máximo. Es por eso que el dueño está demostrando una amabilidad que parece forzada incluso, pero que no llega a molestar, intentando generarse una clientela. En su boliche esta noche hay sólo dos mesas ocupadas, la de Marcos y flia, y la de un grupito de 4 o 5 adolescentes, de veintipocos años. 
En determinado momento el mentado grupito empieza a alborotarse, probablemente por los efectos del alcohol sazonados con la emoción del juego. Gritan, chiflan, en fin, lo típico de un grupo. Nuestro reciente entrepreneur, que por ignorar su verdadero nombre le llamaremos "el Gordo", considera que el alboroto ya es demasiado para ser un miércoles a las 11 de la noche y decide hablar con la muchachada para que se calme un poco. Toda agrupación de guachaje siempre tiene un vocero, que no necesariamente es el líder, a veces es simplemente el más borracho o el más cancherito. En este caso, el que le contestó parecía cumplir los tres roles. 
"Eh, ¿qué pasa? Nosotros no estamos jodiendo a nadie."
"Están gritando y chiflando." contesta el Gordo. "Les voy a pedir que se callen un poco."
"¡Yo no me callo nada!" retruca el cancherito. "¡A mi ni mi padre me manda callar!"


Ahora dejemos el cuento de lado por unos minutos, ya nos remitiremos a él.
Ah, sí, llamé "gordo" a dos personas y el post todavía ni empezó. No empiecen con eso, porque si fuera más negro que gordo le diría negro, si fuera más nabo que negro/gordo le diría nabo, etc.
Volviendo a lo nuestro, no sé en qué piensan ustedes cuando leen la palabra falacia, pero en mi caso, se ve que o bien estaba muy distraído en las clases de filosofía del liceo, o la profesora no supo hacerme llegar lo suficientemente bien este concepto, porque la única idea que tengo, es de algo “falso”.
Leyendo un poco la definición de Falacia en Wikipedia, tampoco estoy tan errado. Pero descubro también que son mucho más que eso. Son una suerte de herramientas, para detectar argumentos falsos. 
En un mundo en el que vivimos discutiendo por todo, en el que constantemente nos tratan de vender prácticamente todo, desde una persona (como un político) hasta una pasta de dientes, este tipo de herramientas se vuelven útiles, por no decir indispensables.
El artículo de Wikipedia tiene una lista de muchas falacias distintas, algunas más útiles, como la Falacia del hombre de paja (que además tiene un nombre curioso) o la Falacia ecológica (cuyo nombre no tiene nada que ver con la ecología) y otras un tanto tontas por lo obvias, como la Apelación a la pobreza.

Quizás en un futuro escriba algún post profundizando sobre este tema (muy probablemente no), en éste simplemente quería presentar a las Falacias y compararlas con algo que no tiene tanto que ver, pero que me parece una herramienta casi tan útil y opuesta: los Prejuicios.

El mundo se está volviendo tan -como diría el gran Sabina- unisex, tan políticamente correcto, que los prejuicios últimamente están muy mal vistos. Pero como decía anteriormente, son una herramienta, la cual podemos usar bien o mal. Su etimología ya nos demuestra su funcionalidad: pre-juicio, pre-juzgar, hacer un juicio de valor inicial, preliminar, sin tener aún todas las variables.
Imaginemos ahora que vamos de noche, caminando por la calle sin nadie, por una zona mal iluminada, y de repente vemos a media cuadra dos figuras con unos championes que valen más que nuestro iPhone, fumando algo que no parece ser tabaco, hablándose a los gritos entre ellos, tratándose mutuamente de Ñeri. ¿Qué hacemos en ese momento? ¿Checkeamos Facebook desde nuestro iPhone con el brillo al 80%, o tratamos de cruzar ligerito, tratando de pasar desapercibidos?
Al que eligió lo primero, creo que puede ir yendo a buscar su iPhone a la feria de Piedras Blancas.
Al que eligió lo segundo, lo felicito, acaba de usar un Prejuicio sin ganar puntos del lado oscuro.

Volviendo a las falacias, que son herramientas con buen marketing, que parecen ser siempre "buenas", me gustaría llamar al estrado al Argumento_ad_hominem, que en resumidas cuentas, dice que está mal tildar un argumento de verdadero o falso, sólo evaluando quién lo emite. A priori suena razonable, ambas cosas (argumento y argumentador) deberían ser independientes. 
Ahora, ¿se acuerdan del cancherito de nuestro cuento? ¿Cuál es la probabilidad de que la siguiente frase, luego de "a mi ni mi padre me manda callar", no sea una reverenda estupidez? Desde mi punto de vista, muy baja...

Por eso padres, siempre recuerden, si su hijo está diciendo estupideces, por favor mándelo callar...

Miliv out

PS: Gracias @diegotuz por el siguiente cuadro-resumen:




4 comentarios:

Anónimo dijo...

La etimología de falacia la llevaría a la misma raiz que falo. Y ahi cierra más los usos que se le da.

Dan Miliv dijo...

Ja, cómo sería eso?
Uno usa las falacia para engañar a la gente, y uno engaña a la gente para poder presentarles su falo?

Abel dijo...

Falacia no es una palabra, es una palabreja
¿Otra palabreja?: eufemismo
Y me encanta cómo se combinan:
Falacia es un eufemismo
y un eufemismo es una falacia

Abel dijo...

Gracias por el decálogo, está bueno (me lo quedo)

La 6 merece un 'pero'... A veces (pocas) sólo hay dos posibilidades, y otras (más escasas) sólo una

La 10 tiene un ejemplo precioso: cuando 100 científicos opinaron contra sus teorías, el Beto respondió que "Si yo estuviese equivocado, uno solo habría sido suficiente"