jueves, 24 de octubre de 2019

El enojo

Es increíble que haya pasado casi un año entre éste y el anterior post. 
Increíble no sé para quién, porque con mi pelotudez característica para escribir, no puede ser novedad para nadie. Es más, seguro alguno apostó a que iba a pasar más de un año y perdió en la hora. Pagaba 10 a 1, ya que éste fue el impasse más largo de la historia de DadoDeTres.

He vuelto a las canchas blogueras para divagar un poco sobre un tema del que vengo reflexionando bastante en las últimas semanas: el enojo (y con este título, de qué joraca iba a ser, no?)


Por más que es una afirmación medio discutible, se ha vuelto una especie de costumbre repetir que si uno dedica 10.000 horas a algo se convierte en experto en ese algo. Es por eso que me siento capacitado para hablar de este tema, porque esa cantidad de horas de estar enojado las pasé hace ya varios años. Mi padre siempre cuenta que en el sanatorio, después de nacer, llegué a pelarme la nariz de hacer tanto berrinche y refregármela contra la cuna. 8 horas de nacido, 8 horas enojado. Vayan llevando, giles.


Ser calentón es más que un rasgo, no es como ser alto o  bajo  en vías de desarrollo, ser calentón es una forma de vida. A veces es solitaria e incomprendida, como cuando vas a una tienda a devolver un pantalón que te quedó mal y no hay otro talle en ese color, y en otro color sale literalmente el triple, y las vendedoras no sólo no te pueden devolver la plata (está tan mal visto devolver plata en este país que debe ser inconstitucional) sino que tampoco te pueden hacer un vale... Un vale, que te obliga a seguirles comprando a ellos. Entonces te entra como una mezcla de cosquilleo y temblor, en la panza, en las manos, unas ganas irrefrenables de sacarle el brazo a un maniquí y empezar a romper todo el local, con la banda sonora de algunos peludos gritones de fondo. Y de repente mirás alrededor y te sentís completamente solo: ves una pareja comprándole un buzo al padre de uno de ellos, a una adolescente buscando una campera, los tres mirándote sin entender, como si acabaras de entrar al baño del sexo opuesto. A eso, sumale la cara de las vendedoras, totalmente impávidas, repasando de memoria las dos opciones pelotudas que les enseñan a aplicar en el caso 2.1.a - Devolución de prenda comprada por la web.

Por suerte mis amigos calentones, hay dos instancias de la vida donde podemos ir a sentirnos como en casa, puteando sin ton ni son, a babor y a estribor, y siendo puteado con el mismo amor: el tránsito y el estadio. 
Pero son puteadas casi por compromiso, que descargan pero a la vez nos calientan más, son como un círculo vicioso medio raro e inútil. Todo lo contrario a cuando uno está sólo y, por ejemplo, se pega en el dedo chico del pie con la pata de la mesa. Qué lindo que es ahí largar una buena puteada, bien salpimentada de res y recontras y sufijos -ísima, espolvoreada con algún que otro recontramil. Y ni te digo un requetemil, es como abrir el vino gran reserva de 14 años de los condimentos de puteada. O como dice mi abuela: "¿para qué sirve la raíz cuadrada? Yo nunca la usé para más nada que para putear".

Dicho todo esto parece una apología a la calentura, pero no va por ahí la cuestión. Simplemente me gusta este tema tan presente en la idiosincracia uruguaya, porque somos así, amargos/ados. No en vano se acuñó la frase "triste como uruguayo contento".
Reconozco también que me gusta hacer calentar a la gente. No sé bien por qué. Quizás porque el que está caliente es como el borracho, que dice incoherencias, pero a la vez, dice la verdad más pura, sin ningún tipo de filtro. O simplemente porque es divertido, probablemente por eso. Y si no se calentó, decirle: "ta, contigo no se puede hablar, ya te calentaste", y así como en la escena de Matriz de No te preocupes por el jarrón, listo, lo hiciste calentar. 
Y luego de que está caliente, decirle que no se caliente. Eso, curiosamente, hay gente que todavía no entendió ni un poco de este tema, que cree que puede llegar surtir el efecto deseado.


Hablando un poco más en serio, me parece curioso que los calentones decimos que somos así porque sí, porque somos así, y no nos preguntes más que nos estás haciendo calentar. Pero en realidad estoy en desacuerdo con eso, no somos así. Cuando me refería a que es una forma de vida, me refiero a que es una forma de actuar y no una forma de ser. A veces es sólo una reacción, ante la presencia de una situación que nos sobrepasa, que demuestra nuestra impotencia, nos calentamos. Otros sienten miedo. Son simples reacciones automáticas, en algunos casos, las únicas que tenemos o que nos sentimos cómodos de tener. Me hace acordar a eso de que cuando sólo tenemos un martillo, todos nuestros problemas parecen clavos.

Y siendo así, algo automático, algo reactivo, es algo que podemos cambiar. Creo que cuando el Gran Maestro de Vida, el Dr. Gregorio Casa, dijo que la gente no cambia, intuyo a que se refería a que la gente no cambia eso, su parte más esencial, su forma de ser. Porque sí creo que se puede cambiar la forma de actuar, porque muchas veces son costumbres, hábitos que nos agarramos más o menos inconscientemente, pero que pueden ser sustituidos por otros mejores. A veces los adoptamos de maneras tan tontas que nos sorprenden. A mi me pasó con algo muy identificable, que por hacerle burla a nuestro perro, que es muy rezongón y muchas veces hace como un resoplido, terminé usando ese mismo resoplido para expresar mi propio enojo. (Ya estoy sintiendo esa sensación de soledad de nuevo... esperen chicos, no se vayan...)

Volviendo a que el calentón "es así", creo que es una simple justificación, porque es mucho más fácil decir eso y seguir igual, que hacer un real esfuerzo por cambiarlo. 
Porque ahí está la clave, hacer el esfuerzo, escarbar adentro de uno mismo para identificar los gatillos que disparan nuestro enojo. Y no sólo identificarlos, sino entenderlos, descifrarlos, para luego, con otro esfuerzo aún mayor, tenerlos monitoreados para poder desactivarlos apenas se disparan, o incluso antes.
Por ejemplo, si nos ponemos a pensar un poco en las cosas que nos enojan, apuesto que la mayoría están relacionadas a cosas externas; a expectativas que tenemos del entorno que no se adecúan a cómo nosotros consideramos que deben ser las cosas: las políticas de cambio de pantalones de Columbia, la manera de manejar del prójimo, a quién (uno que no fui yo) se le ocurre poner esta mesa ahí y encima hacerle (otro que tampoco fui yo) las patas tan filosas, lrpm. 
Es bastante egocéntrico todo esto, ¿no?
Ojo, no lo estoy diciendo como algo negativo, ni como esas autoayudas baratas que te dicen que el problema está en vos, sino como un hecho: sentimos una gran estima por nuestra propia opinión y concepción del mundo. Y eso me parece bien, en su justa medida, si podemos argumentar dicha opinión y si podemos evitar que las opiniones ajenas nos hagan calentar. Porque, spoiler alert, el mundo está lleno de gente, la cual prácticamente ninguna piensa como nosotros. Y por más que nuestra opinión sea tan importante (para nosotros), tampoco somos el centro del universo conocido. Entonces o la empezamos a bancar, o hacemos usufructo de esa parcela en la Luna que compramos por apenas 20 dólares.


Me lleve un muy grato resultado cuando un día decidí invertir toda mi energía en prestar atención a este tema, a vivir cada minuto con la consciencia de evaluar mis acciones, mi entorno, y de hacer un gran esfuerzo por no calentarme por nada, o hacerlo durante el tiempo más breve posible, o sólo por aquellas cosas que realmente valen la pena.

Eso último fue una afirmación capciosa (¿nunca habían escuchado? yo tampoco), porque en realidad, ¿por qué cosas vale la pena calentarse, realmente?
Sé que están pensando en varias cosas, pero cambio el énfasis entonces, vale la pena ¿calentarse(cómo me cuesta abrir los signos de interrogación, nunca sé dónde arranca la pregunta) ¿No hay algún otro sentimiento un poco mejor? 
No me digan deprimirse u otro de esos sabores "poco habilitadores" (como les gusta decir a los psicólogos) del enojo, sino uno igual de enérgico, pero más útil.

No era una pregunta retórica, ni capciosa, ni nada, era real. 
Y la dejo picando porque ya es tarde...

Para cerrar, recauchuto un chiste tan viejo como tremendo, que casualmente está relacionado a este tema:
-¿Hola?
-Hola, ¿se encuentla el señol Li?
-No, él está en Ohio.

-¿¿Comigo??

Miliv out