Es muy probable que si tenes facebook o fueras de los que abría los powerpoint cadena que recibías por mail en la década pasada, alguna vez hayas visto esas historias pseudo fantabulosas de personas que eran víctimas de un acto extremo de generosidad. Me refiero a cuentos como el de la persona que va a pagar en el AutoMac, y el prójimo que iba delante suyo ya pagó por su comida, sin siquiera conocerle. O aquella fabula que pasaba en Suecia si no me equivoco, en una empresa donde los que llegaban temprano estacionaban lo más lejos posible de la puerta, así aquellos que llegaban más sobre la hora no perdían tiempo atravesando todo el estacionamiento y así no llegaban tarde.
Estos cuentos siempre me parecieron cosa "de otros países", cosas "del primer mundo" si se quiere.
Hasta hoy...
En la noche de este 26 de Noviembre del 2014, cuando volvía a mi casa, vi a una cuadra acercarse el bus que me servía, pero yo me encontraba a una cuadra y media de la siguiente parada. Luego de unos segundos de análisis newtoneano, decidí que mi única chance era correr esa cuadra y media en el tiempo que el bus recorría sus dos cuadras y media.
Mientras me encontraba en plena carrera, este grandioso y anónimo ser humano me divisó desde su vehículo, y sin pensarlo dos veces, dispuso su coche en medio de ambas sendas y disminuyó drásticamente su velocidad, ignorando olímpicamente los repetidos bocinazos del monsieur colectiver, para que éste tuviera que reducir su velocidad y así permitirme ganar el tiempo suficiente para llegar a mi parada objetivo.
No atiné a más nada que a levantar un torpe pulgar en su dirección mientras seguía corriendo con mi mochila, gesto que él devolvió de la misma manera, con una sonrisa de satisfacción. Era un muchacho jóven, probablemente de mi edad. Intuyo de su sonrisa una íntima venganza, por todas las veces que en vano habrá corrido un ómnibus.
Varias veces he participado en la maniobra de "parar un bondi que no es el tuyo", desde los tres roles posibles, el que corre, el que para el bondi y el testigo de la escena, pero por alguna razón, esa jugada me parece muy inferior en términos de generosidad que ésta. No sé si será que sencillamente es de esperarse que entre colegas toma-bondis tengamos que ayudarnos, mientras que este gran personaje, manejando su auto, ya se dio vuelta la maquinita de los buses, y no tenía ni por qué prestar atención a ese pobre pedestre.
Sea como fuere, va mi más profundo agradecimiento a este incógnito individuo, así como el compromiso público a copiar su gesta, si se me da en algún momento la oportunidad, para beneficiar a algún otro corredor desconocidos de bondis.
1 comentario:
Hoy Rubens me hizo acuerdo de una anécdota que viví con él, que hasta el momento había sido el acto de generosidad más pura en la vida de cualquiera de los dos: encontrar un juguete a cuerda que alguien donó, al que antes de donar le había dado toda la cuerda, pronto para que quien lo encontrara pudiera aprovecharlo sin tener que darle cuerda. Fue muy emotivo.
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