jueves, 6 de abril de 2017

Ejercicio Nº 12 - Lugar y Tiempo

Clark caminaba rápido pero inseguro. Los bancos de depositar dinero hacía varias horas que habían cerrado, pero por suerte los de depositar las nalgas estaban funcionando, por lo que eligió uno cerca de una farola y se sentó en él. Aún faltaban unos diez minutos para que llegase su cita, por lo que esperó intranquilo, mirando a un lado, a su reloj y al otro lado. La persona con la que se iba a encontrar era una mujer, pero sus nervios no eran porque era ese tipo de cita, sino porque esta tal Natasha era la única persona que de momento podía ayudarle a encontrar a su hija adolescente, que faltaba de su casa desde hace seis días. Mientras esperaba, su paranoia le hacía sentir que todos los que pasaban por ahí lo observaban. Hasta el perro que olfateaba en el cantero a su lado parecía estarlo olfateando a él.
De repente, escuchó detrás de él una voz femenina, grave, como de locutora de radio. “Disimulá. Quedate callado y mirando hacia delante como si nada.” Luego, la mujer se sentó en la otra mitad del banco, y mirando de reojo vio que ella comenzó a pelar una manzana, con total naturalidad. “¿Qué t-?” comenzó a preguntar Clark, quien fue interrumpido con un “Shh.” cortito de la mujer. “Cuando me levante, voy a dejar en el banco un sobre con todas las indicaciones.” se limitó a agregar.  
La parsimonia con la que ella comía su manzana, sumada a la impaciencia y curiosidad de Clark, hizo que no se aguantara más y girara su cabeza a la derecha, mirando directamente a la mujer. En seguida se arrepintió. No por la reacción de la mujer, que apenas encorvó sarcásticamente el labio superior derecho, sino por su mirada… Natasha tenía una condición llamada corectopia en el ojo izquierdo, es decir, que la pupila de ese ojo estaba apenas desviada del centro. Ese milímetro de diferencia le confería una mirada perturbadora, nada cómoda de sostener, pero intrigante a la vez. Por suerte el farol más cercano se encontraba detrás de ella, lo que dejaba esos inquietantes ojos en penumbras, pero no las suficientes como para ahorrarle a Clark la tragada inconsciente de saliva.
Natasha dio un último bocado a su cena, la cual masticó ruidosamente y luego arrojó lo restante a las flores del cantero. Se limpió la boca con el dorso de su mano, y sin mediar ni palabra ni gesto, se levantó y se fue, perdiéndose entre las sombras. Clark en seguida se abalanzó hacia el sobre que ahora ocupaba el lugar de la mujer, extrajo la carta que había dentro, escrita en máquina de escribir, y comenzó a leer:
“Querido papá, antes que nada, te pido mil perdones por todo lo que está sucediendo…”

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