martes, 27 de diciembre de 2016

Ejercicio Nº3 - Inspiración

«Es curioso cuántas cosas empiezan conmigo siendo arrojado a la cárcel», pensó Vasher.
Los guardias rieron y cerraron la puerta de golpe. Vasher se levantó y se sacudió, meneó el hombro y dio un respingo. Aunque la mitad inferior de la puerta era de gruesa madera, la superior tenía barrotes, y pudo ver a los tres guardias abrir su mochila y rebuscar entre sus pertenencias.
-Fragmento de El aliento de los dioses, de Brandon Sanderson

Eso significaba que la siguiente etapa en su plan estaba por comenzar. Si hay algo que Vasher detesta verdaderamente, pese a que es extraordinario en ello, es improvisar. Es por eso que, misión a misión, va dejando cada vez menos factores librados al azar, a quien considera su peor enemigo.
Los guardias encontraron finalmente su bolsita de cuero negro con una cantidad considerable de monedas de plata. Este era su pie para comenzar a actuar, pues además de monedas, la bolsita contenía un somnífero en polvo, extremadamente volátil. “Hey, tú, el de la nariz como un garfio, tu nombre es Kelsier, ¿verdad?” comenzó Vasher. El más escuálido de los tres guardias apenas echó una mirada de reojo hacia el reo y siguió con la repartición del botín con sus compinches. Vasher sabía que no tenía mucho tiempo, sacó los brazos a través de los barrotes hasta los codos y prosiguió su provocación. “Eres el hermano de Mare, ¿no es así? La que trabaja cerca del puerto.” Estas palabras comenzaban a hacer efecto, porque Kelsier le lanzó una mirada de odio, pero aún faltaba más. “Con ese dinero podrías ayudarla a que deje las calles. Anoche yo mismo ya empecé esa tarea, pagándole por un servicio bastante deplorable, ya ni para eso sirve la pobre. Pero descuida, incluso de dejé propina.” Las verdades duelen mucho más que las mentiras, Vasher sabía que todo lo que le decía al guardia era cierto y que por el cariño que le tenía a su hermana, lo haría enojar. Éste tomó un garrote y se acercó hacia Vasher, pero mientras caminaba, empezó a tambalearse, hasta que se derrumbó prácticamente en sus brazos, quien tuvo que estirarse un poco para arrastrarlo hacia la puerta de la celda. Los otros dos guardias demoraron algunos segundos más, pero al fin cayeron, el tasarie melkar cumple con su función con escuálidos y fornidos por igual.
Vasher fácilmente accedió a las llaves que Kelsier llevaba en la cintura y unos minutos más tarde ya había invertido los papeles de quiénes se encontraban adentro y afuera de la celda, con un plus de mordazas para los de adentro. Al volver a guardar las monedas en la bolsita y percibir el tenue aroma del tasarie melkar, no pudo evitar recordar a Sazed, su maestro, cuando tantos años atrás lo obligaba a tomar aquellos asquerosos brebajes a diario, durante lo que a él le parecieron siglos, para que su cuerpo se fuera haciendo poco a poco inmune a determinados venenos y somníferos. «Donde quiera que estés, una vez más, gracias maestro» pensó con nostalgia.
Trayendo a su mente el sencillo mapa que había memorizado de la prisión, trazó un camino directo hasta las mazmorras, partiendo desde lo que coloquialmente se llaman las “celdas de entrada”, por ser donde se lleva inicialmente a los presos, antes de decidir si soltarlos al otro día o convertirlos en huéspedes más o menos permanentes. Navegó los pasillos de la prisión hasta llegar al último recodo antes de la puerta de las mazmorras, puso su espalda contra la pared y cerró los ojos.
Vasher, al igual que su maestro Sazed, era un Permutador, los cuales pertenecen a un ínfimo porcentaje de la población mundial. Pero a diferencia de su maestro, había alcanzado el segundo nivel de permutación, por más que aún no era ni la mitad de bueno de lo que era Sazed en el primer nivel. Una permutación de primer nivel permite al permutador intercambiar atributos de dos objetos distintos, utilizando un tercer objeto especial como catalizador. En su caso utilizaba una pulsera que representaba el ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, pulsera que por embarazosas razones ya no estaba en su poder, y esta misión era el primer paso para recuperarla. El segundo nivel de permutación, en cambio, permite el intercambio de atributos personales. La utilización del catalizador es opcional, pues únicamente hace que el proceso sea más eficiente. La habilidad del permutador radica en conocer qué atributos se combinan mejor con qué otros, para que la pérdida en el proceso, tanto del atributo a disminuir como de su propia energía, sea la menor posible.
Vasher aún era un aprendiz de este nivel, pero sabía que una manera sencilla y barata de aumentar su sentido del oído era disminuir en la misma proporción sus otros cuatro sentidos. Realizando esta permutación pudo escuchar a dos guardias jugando algún juego de cartas y a un tercer guardia roncando profundamente en la habitación contigua. Tomó de su mochila un frasquito que contenía tasarie melkar, pero no en polvo, sino mezclado con vinagre, lo que lo convertía en una pasta, la cual usó para untar la punta de dos de sus cinco cuchillos arrojadizos. Giró repentinamente y lanzó sendos cuchillos, el derecho se clavó en el brazo izquierdo de un guardia, mientras que el izquierdo lo hizo en el muslo del otro. «O empiezo a practicar mi puntería con la zurda, o empiezo a permutar puntería antes de tirar» reflexionó Vasher con cierto enfado por no haber acertado en el brazo también. Los guardias cayeron dormidos casi instantáneamente. Abrió la puerta de las mazmorras y encontró un pasillo con diez celdas a cada lado, que terminaba en una escalera descendente. Tomó un manojo de llaves de la mesa y la antorcha que los pobres guardias durmientes ya no necesitarían, así como también un comodín que uno de ellos tenía escondido en su manga y empezó a alumbrar una a una las celdas en busca de su objetivo. Los presos al despertarse y notar que no era un guardia empezaron a gritar “¡Libéranos! ¡Sácanos de aquí!”. De repente uno de ellos lo reconoció y dudando de sus dormidos ojos le preguntó “¿Tú eres Vasher? ¿EL Vasher?”. Todos los demás reos se mantuvieron en silencio, expectantes de la respuesta del extraño personaje. Vasher generalmente odiaba que su reputación lo precediera, pero en este caso no le importó, y desplegando la sonrisa más enigmática que pudo concebir, siguió investigando las celdas. “Pensé que ya no vendrías” escuchó desde la celda a su espalda con tono socarrón. Se volvió y tuvo que esforzarse porque la sorpresa no se transmitiera en su rostro. Su gran amigo Hammond, que a la sazón contaría con unos 30 años, 5 menos que él, se veía fácilmente de 50, sucio, barbudo y con una delgadez tal que aún en la tenue luz se veían sus costillas. “Técnicamente, nunca me pediste que viniera” bromeó Vasher. Probó algunas llaves hasta dar con la correcta, y le dijo “Vámonos de aquí, tenemos mucho trabajo por delante. El primero de todos, limpiarte y arreglarte hasta que te parezcas al Ham que recuerdo.”





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