Clark apartó la vista de la foto de la mujer y puso el ojo derecho en la
mira del rifle de francotirador. Le tomó unos segundos distinguir a su objetivo
de entre la multitud, el temblor de sus manos dificultaba enormemente poder
focalizarse en ella. Suspirando angustiosamente, su mente se permitió unos
segundos de distracción, en los que pensó que para él, ella era una completa
extraña al igual que el resto de las personas que la rodeaban, pero que si ella
moría, la vida de todas y cada una de las personas que querían a esa mujer,
cambiarían para siempre. Y cambiarían por su culpa. Ella sostenía una cartera
por el codo, y al enfocar en su mano izquierda, le pareció distinguir en su
dedo anular un brillo dorado. Clark tragó saliva y mientras sentía sus ojos
humedecerse, rezó porque ella no tuviera hijos. Al pensar en eso, el rostro de
su pequeña Megan vino a su mente. Todo esto en definitiva lo estaba haciendo
por ella.
Apartándose de la mira, miró hacia su izquierda, donde el hombre de
traje y bigote le apuntaba con una filmadora y una pistola. En el momento que
abrió la boca para intentar suplicarle que no lo obligue a hacerlo, el hombre
simplemente se limitó a darle unos golpecitos a la foto con la punta de su
arma. Clark, viudo de 47 años, ingeniero químico, evidentemente nunca había que
tenido que asesinar a nadie en su vida. Lo que lo estaban forzando a hacer iba
completamente en contra de su moral, y por más que esto lo hiciera por su hija,
pensó que jamás podría volver a mirarla a los ojos si le arrebataba la vida a
esa pobre mujer, sea obligado o no.
En todos sus años, sólo una vez había disparado un arma, cuando un primo
le pidió que lo acompañe al círculo de tiro. El consejo que le dio en ese
momento resonó en su cabeza como si lo tuviera al lado. Claky, para disparar debes exhalar muy lentamente, apretando suavemente
el gatillo, hasta que el disparo te sorprenda. En ese momento, tomó una
decisión, aunque en realidad decisión
implica decidir entre alternativas. Él no tenía ninguna alternativa, hizo lo
único que podía hacer. Exhaló lentamente hasta que el disparo lo sorprendió.
Su única alternativa era errar a propósito el tiro, apostando su vida a
que Bigotes desviaría su vista aunque sea medio segundo para ver si la mujer
había muerto. La buena fortuna quiso recompensar a Clark por su buena intención
y efectivamente el hombre giró su cabeza para observar a la multitud. En ese
instante, Clark apretó con fuerza el rifle y golpeó el arma de Bigote,
tirándola al suelo a unos metros. Fue ahí cuando comenzó el forcejeo...
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